Las diez canciones que no sé tocar (al parecer)
10, Sep Tiempo de lectura: 8 minuto(s)Todo músico que se precie tiene sus rarezas, no voy a ser menos. Me explico. Soy muy fácil de complacer, me encanta trabajar solo ─o en grupo─ y disfruto tocando durante horas. Sin embargo hay en particular una cosa que hace saltar mis teclas y circuitos: esas peticiones de ciertos temas y canciones que ponen los pelos de punta, pero no de emoción, sino de miedo. Da igual que presentes al honorable público un repertorio impreso cerrado, de donde elegir entre más de 200 temas. Apuntarán más lejos, muy lejos. Y ciertos reclamos fuera de la carta harán que esquive interpretarlos, sin miramientos, con una sonrisa diabólica y estudiada, hasta las últimas consecuencias. O intentaré hacerme el loco hasta donde se me permite por contrato o cortesía. Aunque a veces acontece el horror. No siempre sale uno victorioso.
Pero vayamos al grano sin más preámbulo y prosa. Este es mi ranking top de 10 temas más pedidos y odiados, en orden descendente. Detestados por el motivo que sea. Por cansinos, absurdos, repetitivos o sencillamente malos. Algunos son como pillarse los dedos con la tapa del piano repetidamente, una y otra vez. Leáse con mucho sentido del humor. Esta lista podría herir la sensibilidad de alguien y no estamos para disgustos.
10. La petición friki del inframundo del rock, pop o vete a saber qué estilo.
Esa canción de un grupo desconocido, conocida solo por el acérrimo fan que la pide. Con suerte tendrán una maqueta grabada. Es más fácil encontrar el santo grial que la canción en Google o Youtube. No digamos la odisea que puede ser apañar la partitura. Pero admirad lo bueno que ─a veces─ soy: en honrosas excepciones me comprometo a prepararla para la siguiente actuación programada, si es un ciclo en el mismo lugar, claro. Y sólo si demuestran interés en la petición y es una buena composición. Si piden el tema como quien espolea a un jukebox humano con dedos mecánicos, con absurdos argumentos como que es un temazo, tío o que mola que te cagas, lo tienen difícil conmigo. Luego descubro que el temazo resulta ser un cruce entre Jesulín de Ubrique y Leticia Sabater mezclado con barbitúricos y samples. En ese caso no me preocupo más allá de tomar nota y, con la misma diligencia, eliminarla. Es duro para el fan, lo sé. Pero más duro es escuchar "eso". No digamos interpretarlo.
9. La música comercial-consumista prefrita. El MurderKing del panorama musical.
Esas malditas versiones acústicas de estilos no preferidos por el pianista que firma. Y aquí caben tantos ejemplos como horas de emisión y tortura tiene Spotify en su publicidad. Ejemplos. Ese pop blando actual cuya progresión ─ al estilo I-VI-II-V ó C-Am-Dm-G─, desesperaba incluso cuando eras un auténtico principiante en esto de la armonía o el jazz. Otro ejemplo es la pachanguería general, que intentar versionarla acústicamente al piano, aún posible, es un despropósito de poco gusto ─aunque de mucho valor torero─. Y en general triunfitos, grupitos, cantahorrores o subproductitos, con estilos variados de dudosa calidad musical ─sin entrar en letras, que no es mi feudo─ que no vale ni para música de ascensor. Acabaría alguien tirándose por el hueco.
8. Para Elisa, de Beethoven. Cómo hacerse el sordo.
Y lo siento de veras, porque soy devoto de algunas ─no muchas─ obras de Beethoven, como sonatas y sinfonías. Siempre le he considerado como el reemplazo natural-romántico de Mozart. Pero cuando te machacan una y otra, y otra, y si acaso una vez más con este tema ─efectista pero simplón─ para piano, uno acaba por declinar interpretarla o hacer una versión improvisada tan retorcida que a nadie en su sano juicio se le ocurriría pedirla de nuevo... o sí. Es lo que tiene el jazz.
7 Los bises. ─Tócala otra vez, Sam. ─Va a ser que no. ─Venga. ─No es no.
Son casi las 2:00am. Ya llevas horas largas. Has dejado toda tu energía y recursos ─incluyendo tal vez tocar con los pies o con los ojos vendados─, consiguiendo estirar un tema de dos minutos en improvisaciones interminables. Agotado, ya no sabrías qué más hacer ─y mucho menos qué hiciste─. Y, cosas de la vida farandulera nocturna, alguien del público, ni corto ni perezoso, ¡pide el mismo tema de nuevo! Que hay para elegir oiga, no sea cruel. No se me está pagando tan bien.
6 La Navidad y sus villancicos. Peces alcohólicos. Yo sí que voy a beber.
Sí, antes costaba creerlo. Hace ya mucho tiempo que la Navidad abarca meses anteriores al evento, y bueno, no ha sucedido aún, pero tampoco me sorprendería mucho que alguien me pidiera un tema navideño en pleno verano. Extravagancias aparte, que empiece la fiebre de peces, niños jesuses, portales y pastores a primeros de noviembre me aterra. En cuanto prenden las luces callejeras me agazapo en una esquina tiritando. Y entonces no me parecen tan malos los éxitos del karaoke. Afortunadamente tengo y hago versiones en jazz de temas navideños, para que sean más digestivos. Como el Jingle Bells en jazz/stride, publicado en un libro de Dick Hyman1, o Noche de paz en armonías desconcertantes. Para el resto suelo hacerme el loco. Y lo hago muy bien.
Se me olvidó comentar que hay un tema doblemente perverso: El Tamborilero. Por navideño y por rafaeliano. Sí, claro que lo he tocado. Tambor incluído en la mano izquierda. Me he ganado una parcelita de unos metros cuadrados en el cielo del jazz.
5 El cumpleaños feliz dedicado. Mensaje directo.
Estimado fulanito/a. ¡Feliz cumpleaños! Tus amiguitos te dedican esta canción con la mejor intención. Aunque sufras con ello. Yo también sufriré al tocarla, no te preocupes, te acompaño en la vergüenza. Si no queda más remedio voy a interpretar este bonito tema para ti, deformándolo tanto que dudarás si realmente es tu cumple o tu funeral. El caso es celebrarlo, ¿no? Atentamente. -El pianista de burdel.
4 Potpurri. A mi me gusta el pipiriri pipi, y la bota empiná papará papa ¬_¬
El remix, potpurri o cancionero popular, del tipo La polka del Barril, o Desde Santurce a Bilbao, summum del orgasmo alcohólico colectivo, me hacen replantearme mi carrera como pianista intérprete. Desearía un lujoso escenario en Las Vegas, o un concierto en Sidney. Pero no. Estoy atrapado en la vorágine de la canción popular, en una espiral de yo canto (grito) mejor sucesivos. Aclaro: no tengo absolutamente nada en contra del berreo popular, incluso me sumo a la causa. ¡Lo juro ante mi piano! Pero son para otra cosa, no son para una actuación seria, sino para coros desorganizados y festivos. Y borrachos.
3 Titanic. Sálvese quien pueda
La canción principal de la película Titanic ─My heart will go on─, de Celine Dion es un hit. Pastelón y eso, pero forma parte de la película taquillera por excelencia. Aunque voy a ser sincero. Se me parte el corazón barco en dos cuando la oigo. No niego que pueda tener su componente emocional y estremecedor y es la catástrofe humana del transatlántico más famoso de la historia. Pero ya cansa. La balada, la letra, el DiCaprio, la lucha de clases y la señora de cien años con el pedrusco azul que vale más que la tripulación. Pero ella no se lo gasta, no. Lo tira al mar el día antes de morir. Alucina con la octogenaria. Spoiler aparte y en cualquier caso: nunca deseé tanto que el buque se hundiera incluso antes de salir del puerto.
2 Un golpe bajo. Ahí, ya saben. Donde duele.
El golpe ─o The Entertainment, pronúnciense en inglés si se atreve─ de Scott Joplin. Vamos a ver. La mayoría desconocen el ragtime ─el incipiente pre-jazz norteamericano de principios del siglo XX─ pero tararean sin pestañear la melodía de esta canción. Y a pesar de ser fanático ─casi freak compulsivo─ de este estilo de música ─lo cuento en este post y almaceno cientos de partituras, muchas de los cuales ni siquiera he leído dos veces─ es otro caso de repetición hasta el extremo. Hasta la náusea. Hasta que te disparan tocando el piano. Hasta el final. ¡Que hay más ragtimes, señores y señoras!
1 El piano. The heart asks pleasure first. Córtame un dedo. O dos.
Y en el number ONE indiscutible, aunque me echen mal de ojo los eruditos de bandas sonoras o me lo intenten vender como vanguardia musical: ¡El piano! Esa banda sonora de esa película cuyo autor es Michael Nyman2. El tema que me hace chirriar los tendones como en un electroshock es el tema instrumental más reconocible: The heart asks the pleasure first. El corazón pide placer primero. O dolor. Aunque no comparto el entusiasmo por la música de Nyman ─ni por este tema─ reconozco su personalidad. Ya es parte de la historia cinematográfica. Pero la mayoría de Nyman me resulta repelente: minimalismo repetitivo y limitadísima progresión armónica. No me convence en absoluto. Y estoy hasta los dedos corazones desplegados de que me la pidan.
Bueno, hasta aquí la carnicería musical. Qué bien y qué desahogado me quedo. Reservo para una próxima edición más alegre y menos ácida un top ten de lo que más me gustaría tocar. ¡Y larga vida al libre albedrío interpretativo!
Fotografía del piano abandonado y maltratado: HansVonRittern
Artículo original: Mar 2011 - Revisado: Sep 2016