Ser pianista de la Royal Academy of Dance (RAD)

Ser pianista de la Royal Academy of Dance (RAD)

01, Jun Tiempo de lectura: 10 minuto(s)

Allá por los confines de 2013, este pianista de interminable bagaje mercenario ocupaba su tiempo laboral entre ordenadores y pianos, Bilbao y Madrid, musicales y escenarios. Pero como no recuerdo muy bien el contexto he tenido que abrir la página de eventos para ver en qué estaba metido exactamente en esos meses de primavera: veo cabaret, jazz cocktails, flamenco y eventos privados. Una fusión habitual para un pianista de trayectoria tan diversa como imprevisible. Contexto aparte, estaba a punto de abrir una nueva e interesante línea de negocio. Musical, claro.

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Alrededor de marzo de ese año recibí un correo electrónico de una chica, que me encontró vía buscador (Google funciona, oh). Resultó ser directora de una escuela importante e histórica de ballet en Bilbao: buscaban un pianista de sustitución para sacar adelante, un poco in extremis, unos exámenes. Evidentemente me interesé desde el momento cero, ya que sonaba a trabajo perfecto para the last minute pianist. Además implicaba meterme una vez más en el mundo clásico y no deja de ser (un poco) mi perpetua espina artística. Siempre he querido tocar conciertos para piano y orquesta, o más música de cámara, por ejemplo. Esto no era ni remotamente similar, pero al menos algo tenía que ver con ese mundo.

¿Quieres partituras? ¡Toma partituras!

Retomo el relato. Hablé con ella y acordamos vernos. Cuando llegó el momento de la cita en persona solo hacía cálculos sobre el volumen de trabajo y estudio que iba a suponer, medido en horas y días. Iba a recibir, como herencia de una pianista que no podía seguir por problemas de salud, unos cuantos libros de muchos cursos, de muchas, muchas partituras por cada libro. Breves de duración, pero intensas y exigentes. Entre veinte o treinta por curso. Más de doscientas partituras en total, para preparar y ensayar en apenas semanas. ¿Reto? ¡Mi especialidad! Mi respuesta fue contundente como cuando golpeas la nota más baja del teclado en un molto fortissimo. Me apunto. Y trae los libros para acá, me dije, no se lo vaya a llevar otro/a. Claro que sí jajaja

Foto de libros de música de la RAD
Cientos de partituras de todos los estilos para preparar en apenas unas semanas. ¡Estupending! Imagen: rad.org.au

Así fue, que, en mi línea, y con una confianza absolutamente desbordante y pelín temeraria, acepté "el caso". Qué son unos libritos de partituras para un pianista de burdel, me dije. Ojeé por encima todo, de regreso a casa y seguí una vez dentro. Bah, dos sonatinas, unas marchas y tres valses. Y pone en la cubierta graded examinations, con fotografías bastante simplonas de estudiantes haciendo ballet. No será para tanto. Miré más detenidamente los libros de los tres primeros cursos. Bueno, hay curro pero no impresiona. Hasta que, para mi alegría, llegué al cuarto y quinto curso y exclamé en mi interior: por el sagrado Bob Fosse, Cole Porter y todas las coristas de Chicago, what the heck is this? Pero volvamos a la Royal Academy of Dance por un instante.

¿Royal qué?

Tener en tu título de institución la palabra royal es muy rimbombante y británica, luego cabía esperar que la RAD fuera una institución inglesa, de esas imperiales y más antiguas que las colonias. Pues no iba muy desencaminado. Resulta que, además, hay varios Royal Academy. Uno de arte (que era el que me resultaba conocido), otro de música, y, al menos, otro más, que es el de ballet. El que nos ocupa, evidentemente.

La Royal Academy of Dance es una institución con bastantes años (aunque no tantos como creía, ni como los de mi piano de pared a punto de la eutanasia), como asociación de profesores, fundada en Londres en 1920. Se creó con la misión de enseñar ballet a través de nuevas técnicas inspiradas en otros métodos: francés, italiano, inglés, danés y ruso. Tiene escudo de armas o blasón, con el lema Salus et Felicitas, que viene a sugerir que bailar es sano y te hará feliz. Maravilloso. Pero sigo. Desde 1963 tiene carácter de entidad sin ánimo de lucro, y a partir de los años 80 empezó a abrir oficinas y escuelas en todo el mundo, incluyendo España. Cifra mareante: 250.000 alumnos se examinan anualmente. Y su principal mecenas es nada más y nada menos que la reina del Reino Unido y la Commonwealth, Elisabeth II. Ya quisieran los que pululan por patreon tener semejante benefactora. Hasta aquí el resumen enciclopédico.

Foto del edificio de la Royal Academy of Dance en Londres
Entrada principal de la sede de la Royal Academy of Dance en Londres. Imagen: RAD Archive

Lo que hacen, fuera de Londres, es tener un montón de profesorado titulado ejerciendo en cada país, con escuelas autorizadas y registradas. Pero los exámenes se realizan por un colectivo de profesores externos, la mayoría de habla inglesa, que viajan continuamente siguiendo un itinerario de un mes o mes y medio de duración. Los cursos se dividen en dos bloques: Grados (Pre-Primary, Primary, Grado 1, 2, etc. diez cursos en total) y Vocacional (Intermediate y Advanced, cinco cursos). Normalmente los que llegan a vocacional es porque tienen interés en hacer carrera con el ballet, perfeccionar la técnica o prepararse para profesor. Es parcialmente convalidable en universidades y tiene buena reputación.

Las pruebas de exámenes y de award requieren, al menos en grados superiores, un pianista acompañante. Y es ahí donde entro yo a divertirme. Volvamos al training que supuso esa primera vez, en plan Rocky Balboa de los teclados.

No hay dolor

Recuerdo la preparación como una de las mayores empachadas a estudiar que he pasado en mi carrera, con permiso de Te quiero eres perfecto, ya te cambiaré, musical por el cual casi me amputan un dedo jajaja. Humor aparte. El plan consistía en mínimo cuatro horas al día, si no más, y en riguroso orden, los ocho o nueve cursos seguidos.

De primero a tercer grado, bastante asequible. Leer, repetir, ajustar y vuelta a empezar. Muchas a primera vista ya sonaban decentemente. Las danzas, que ahora casi todo el mundo hace con CD incluso aún teniendo pianista, tenían más enjundia y velocidad. Pero el verdadero dolor estaba a la vuelta de página. Después venían los dos cursos especialmente cabroncetes y odiosos, que he citado más arriba, cuarto y quinto grado (ya extintos, ahora son nuevos y más asequibles). Estos dos despropósitos musicales tenían un repertorio infernal de moderneces y temas rarunos, de corte extraño. De ejecución fácil, pues la verdad poco.

Foto de piano acústico con partituras del grado 8 de la RAD
El grado 8, además de ser el último antes de empezar con los profesionales, requiere ejecución individual de la segunda mitad, el programa libre.

Sexto, séptimo y octavo, pedían aún más técnica, más nivel y más sudor. Asomaban polonesas, marchas, pasajes rápidos, armaduras con muchas alteraciones, melodías rusas, operetas, música irlandesa, popular, adagios, mazurkas, allegros... Madre mía, era como el trivial del piano en una sobredosis letal, culminado después en los cursos para profesionales de intermediate. Ahí, ya la precisión tenía que ser quirúrgica. Con alumnas ya creciditas y avanzadas, un traspiés al piano podía significar la muerte de una, en riguroso directo jajaja

Así pasaron mis días, con algún exabrupto, los dedos machacados, hojas y hojas de apuntes, escuchando CDs, ajustando los tempos, las versiones A o B, las danzas, las repeticiones. Una catedral de temas para estudiar bien estudiados y que suene con soltura y firmeza. Eso es fundamental siempre. Si acompañas y aún más si diriges o eres solista para otros, el tempo es lo más importante, por encima de armonía, aire o las gambas a la plancha que puedan asomar por errores de lectura o digitación. Y si con cantantes es importante, bailando, y a determinado nivel artístico, es ESENCIAL. Insisto sobre esto porque, como ya he vivido en musicales, la confianza de un buen músico tocando con seguridad, en alerta, es la bendición de quien actúa guiado por él.

Ensayando que es gerundio, con un Steinway maltratado

Llegaron los ensayos. Qué buenísima idea hacerlos con tiempo. Saioa Ibánez, la directora del Estudio de Ballet Ana Mª Ballet Aurreocoechea, con quien ya trabajo año tras año desde entonces, dejó más de un mes de margen entre ensayos y exámenes. Beneficioso para ellas y por supuesto también para mí. Con algún despiste de versión A o B de temas o danzas incluido. En un piano de cola Steinway impresionante, que ha sufrido más maltrato que el caballo de un cowboy en el oeste al que hay que sacrificar. Hubo también una segunda carrera de ensayos justo el día antes del primer examen, de ocho horas seguidas con parada para comer, y terminando con los dedos como el acero. Pero, como siempre, gustosamente feliz de tocar todo lo posible.

Imagen de piano de cola steinway
Piano de cola Steinway que tienen para ensayar en Jesuitas de Bilbao. Si pudiera hablar denunciaría maltrato.

Bailad, bailad sin parar. Es un maratón pianístico.

Por motivos logísticos, de espacio disponible y de requisitos de la RAD, el examen se tuvo que llevar a cabo en el salón de un hotel. Primer día, 9:00am. Inquieto, aunque no al nivel de un estreno musical, aparecí con tiempo. Ya estaba advertido que la examinadora era angloparlante. Sin problema, me dije. La primera hora siempre parece fácil. Intentas recordar los puntos claves de cada ejercicio y adelante. Según pasa el tiempo y aparecen las repeticiones ya es otra cosa. Y sigue el desfile implacable de grupos de niñ@s jóvenes de todos los cursos, desde los cinco años hasta adolescentes que ya están al borde de la mayoría de edad. Muy pocos chicos (alguno hay). Para ell@s siempre hay nervios. Salvo pequeños percances salió bastante bien el primer día. Pero vendrían otros dos más. Muchas horas seguidas de nuevo. Muchos cursos.

Imagen de piano de cola steinway
Candidatas de Intermediate preparadas y en posición para empezar los ejercicios de centro durante un ensayo.Fuente: Galería Ana Mª Aurrecoechea (2017)

Después ese maratón se convirtió en otros muchos maratones durante estos años, en academias distintas. La RAD, al final, me ha llevado a "convertirme" en pianista para exámenes en Bilbao y otras ciudades, cada año con más peticiones y cada año con una agenda más difícil, pues en ocasiones coinciden exámenes de dos escuelas a la vez, o incluso hay dos examinadores en la misma zona. A pesar de lo agotador y complicado que resulta tocar durante tantas horas y tantos días, es un trabajo que disfruto más que nadie. Con buena actitud y ganas de que tengan la mejor música de acompañamiento posible, y por ende, facilite sacar mejor nota de evaluación. Hasta donde sé, la parte musical se lleva un buen porcentaje de la nota de los ejercicios libres. Por otro lado me suelo llevar muy bien con las examinadoras, incluso en ocasiones hacemos migas. También con las alumnas que muchas repiten y ya me conocen. Y que algunos padres y profesores digan que parece que están usando el CD cuando toco es el mejor de los cumplidos.

Muestras de grabaciones en directo.

Antes de cerrar el artículo dejo aquí algunas grabaciones del pianista todoterreno tocando durante algunos exámenes y ensayos de la RAD. ¡Que aprovechen!

Grado 3

Port de Bras
Dance A - Variation Le Pavilion d'Armide
Dance D - Chumak

Grado 4

Adage - Blue Moon
Port de Bras (Grado 4)

Grado 5

Ronds de jambe - Cry me a river
Port de Bras - Souvenir de bal
Adage B - A different kind of indigo

Grado 8

Ronds de Jambe a Terre
Mouvement Libre Poetique
Danse Russe

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