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En una búsqueda incesante de estímulos musicales que me saquen del conformismo (haciendo como si no fuera conformista estar permanentemente anclado en el underground alternativo musical de por sí), me topé con esta desconocida para mí banda francesa de no sabría decir qué estilo concreto. Quiero entender que en el resto de trabajos siguen la misma línea. En este caso me encontré pinceladas de Muse, sonoridad de Danny Elfman, y rock melódico con cajas de música, campanas y otros efectos, creando un ambiente de performance acrobática, de submundo sonoro, ecléctico de por sí. Y ante todo, gasta una calidad pasmosa tanto en la producción como en la ejecución.

Dionysos es una banda de capitaneada por Mathias Malzieu, compositor y escritor, encajada según su ficha en wikipedia, como art rock. Llevan en activo desde 1993, con unos primeros trabajos autoeditados encajados en el surrealismo musical. Prosigo destripando esta maravilla de trabajo, que podría ser su fruta más madura como formación musical.

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Ha sido un ejercicio salvaje. Como cuando haces algo cruel para uno mismo, pero que te mantiene fresco y actual. Prácticamente estoy fuera del mainstream, no uso plataformas de audio y me mantengo ajeno al mercado discográfico infame gracias a una colección ingente de audio digital y CDs. Con frecuencia se me puede pillar escuchando en bucle mis creaciones y borradores; o música de videojuegos, o discos rarísimos difíciles de encontrar, o los albumes más ocultos de Spotify. Bucear en la sorpresa musical es maravilloso.

Sin embargo, cayó en mis manos un artículo con todas las canciones que RTVE puso a disposición de los candidatos al Benidorm Fest 2024. Sabía donde me metía. En una película de terror sonoro. Y ya que lo sufrí durante una hora, comparto mi experiencia. Tengo que aclarar que, obviamente, me limito en mis observaciones a la canción: igual cuando actúen en directo o en video musical es aún más pavoroso. Aquí van mis primeras y probablemente últimas impresiones.

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La ocasión lo merece: una crítica con fundamento del último FANT, el festival de cine fantástico de Bilbao, aprovechando que ya viene y ya llega otra vez, dispuesto a trepanar cerebros. El inefable festival de la vergüenza ajena, disfrazado de certamen serio, presumiblemente estará a punto de perpetrar otro atentado del buen gusto en forma de inauguración internacional. Y viendo la fulgurante estela descendente de calidad en su presentación año tras año, me temo que esta vez lo tendrán difícil para superarse en vulgaridad y cutrez. El verdadero terror será ver cómo siguen destripando una propuesta interesante, que antaño tenía “algo”, hasta convertirlo en un mero evento subvencionado de muestra de películas.

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He tenido que hacerlo: dar mi opinión y crítica sobre Bilbao Paso a Paso. Y explico por qué. En este mundillo del espectáculo hay ocasiones en las que uno tropieza de frente con las peores circunstancias, o con la peor gente para hacer su trabajo. No muy lejos del habitual mundo laboral de producciones y obras ─que conocemos los músicos y artistas en general─ existe otro paralelo: el de los bolos y eventos, más o menos bien pagados. Da igual que seas músico, monologuista o trapecista, tarde o temprano llamarán a tu puerta. Tal vez haya suerte y sean entornos agradables y merecedores de elogio los que requieren de tu trabajo. Pero más de una vez te darás de bruces con entornos hostiles, de verdadera falta de profesionalidad, escasa calidad humana, dudosa integridad e ínfimo sentido del honor que pondrán a prueba tu resistencia personal y profesional.

Lidiar con esto es una de las experiencias más desagradables y a la vez necesarias de la vida laboral de un artista. Puede pasarte con cualquier trabajo, no solo en el mundo de la música y el arte, cierto es. Pero de la misma manera que tenemos que hablar de lo maravilloso que pueda ser un trabajo, un productor o una compañía, hay que advertir que no todo son caminos de rosas y que la mala gente campa a sus anchas. Y es cuestión de tiempo que acabes cruzando tu camino con el suyo.

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