No disparen al pianista

No disparen al pianista

30, Nov Tiempo de lectura: 4 minuto(s)

En nuestro tiempo ya no tiene mucho sentido que alguien pronuncie esta frase, salvo en tono humorístico, o tal vez porque realmente algún músico hace tan mal su trabajo que merece ser disparado ─y espero sinceramente que la pistola no apunte hacia aquí─. En cualquier caso, lo que bien podía ser un invento popular como la mítica frase Tócala otra vez, Sam tiene su razón de ser. Es cierto que era de validez tan auténtica como el Se reserva el derecho de admisión actual. Fue Oscar Wilde1 el que hizo famosa la expresión mientras visitaba Colorado, al toparse con carteles en salones e incluso en iglesias. Pero... ¿de verdad era tan habitual como para rogar por la vida del pobre pianista?

El lejano oeste.

Pongámonos en situación: finales del siglo XIX. En los jóvenes y expansivos Estados Unidos se desata la fiebre del oro, se gesta en Nueva Orleans una frenética actividad alrededor de la música negra, y en toda ciudad que se precie la denostada música clásica europea se convertirá en ragtime, en marcha militar con blues, o en una fusión de todo tipo de música de la época tocada por una banda.

Pero más al oeste y mucho antes, en los confines de la civilización de entonces, no había tanta actividad musical. Imaginemos a un solitario pianista llegando a nuevos asentamientos de las tierras conquistadas en esa furia por el oro. Con más pena que gloria, como si hoy yo tuviera que trabajar en un karaoke, muchas opciones no tiene. No hay señoritas de clase alta a las que educar en el arte noble del piano. Va a tener que ganarse las pepitas tocando en el bar. En el corazón social del pueblo. Habrá noches en las que desearía convertirse en una pianola ─ese piano automático fantasmal que utiliza rodillos mecánicos para tocar sin necesidad de músico─

Un salón para atarlos a todos en... el whisky.

El cartel nació precisamente en esos antros, los llamados salones del oeste, que se convirtieron rápidamente en una especie de bazares de entretenimiento. Ahí se juntaban cazadores de pieles, soldados, comerciantes, vaqueros, mineros y jugadores de cartas. Todos dispuestos a hacer negocios legales o dudosos y ante todo intercambiar su oro por el otro oro codiciado: el whisky. El sitio perfecto para altercados. Con el tiempo algunos propietarios incluso consiguieron montar pequeños escenarios, contratar bailarinas y más músicos. ¿No recuerda ya a un cabaret? ^_^

Por otra parte, la ley en estos asentamientos era cuando menos vaga, si acaso dispuesta por entero en las manos del sheriff y sus ayudantes. Más bien era una ley sin ley. Y lo más normal era que, en el salvaje oeste, las disputas se resolvieran entre individuos, a tiro limpio si hacía falta. Así que trabajar en un salón era jugársela. Debió ser tal el número de Timothy Long-Fingers2 caídos en batalla musical que los carteles de los salones, además de incorporarse a iglesias y otros recintos ─también liquidaban alegremente a organistas y músicos de cuerda─ se extendieron a otras ciudades.

A tiro limpio y con ritmo.

En 1889, en la ciudad de Chicago, se documentó el incidente entre un comediante, Edwin Elroy3 y un pianista. Por una discusión y apoyado por la muchedumbre ─en la noticia original del New York Dramatic Mirror no aclara mucho más─ el comediante disparó un tiro errado que rozó la mandíbula del pianista. A partir de entonces Chicago también hizo exhibir el cartel No disparen al pianista, hace lo que puede. La medida ─de dudosa efectividad─ no evitó que Chicago registrara posteriormente altercados en sus salones de baile: las balas perdidas ─o intencionadas─ seguían silbando alrededor del piano o de la banda. Un trabajo peligroso, sin duda.

Muchos años después seguían sin funcionar los carteles disuasorios. Corrían los años 20 en la ciudad de los gánsters. Pinetop Smith4, pianista y compositor, inspirado en ─según se cuenta─ el ruido del ferrocarril, creó un nuevo estilo. Grabó el primer tema de Boogie-Woogie ─el nombre que se dio a este peculiar ritmo─ y se convirtió en un éxito inmediato. Pues bien, murió tremendamente joven, a los 24 años, de un tiro ─no se sabe si intencionado─ durante una pelea en un local. Llevaba tan solo un año en Chicago. Una vida demasiado corta.

Audio - Pinetop's Boogie-Woogie - Pinetop Smith (1928)

Esta es la pista original grabada de Pinetop en 1928 con su innovador estilo musical ─precusor más adelante de otros como el rock and roll─. Quiero dedicar este corte musical a todos los pianistas ─por ende, también músicos─ que encontraron su final trabajando con sus instrumentos. In memoriam. Y tal vez aproveche a conseguir un cartel para mis actuaciones, ligeramente diferente, que rece y diga: Cuidado con el pianista. Va armado. Es más, revisando este post ahora (en 2016) puede que lo encargue. Cada día me gusta más mi variación del texto ^_^

Artículo original: Nov 2011

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